7 pistas para comprender la empatía (1)

03 abril 2019

El cuidado de la empatía a lo largo de desarrollo, en especial durante los primeros años y en la adolescencia, tienen una especial importancia en la vida de las personas y en la acción educadora. En este primer texto se apuntan algunas propuestas para comprender la empatía.  Un segundo texto plantea diversas sugerencias para la actividad educativa.

1. Qué es la empatía

Baron-Cohen, uno de los grandes especialistas en el tema del autismo, definió la empatía de la siguiente forma: “Es nuestra capacidad de identificar lo que la otra persona piensa o siente y responder antes sus pensamientos y sentimientos con una emoción adecuada”.

A su vez, Jacobony, uno de los descubridores de las neuronas espejo, necesarias para el desarrollo de la empatía, afirmó: “La empatía es la habilidad de imaginarse a uno mismo en el lugar de otro y comprender los sentimientos de los otros”.

La mayoría de los investigadores diferencian tres componentes de la empatía: una respuesta afectiva a otra persona; la capacidad cognitiva de situarse en la perspectiva de los otros; y la disposición a responder a las emociones detectadas. Es importante tener en cuenta que estos tres componentes pueden desarrollarse y manifestarse de forma relativamente independiente, como después se ejemplificará en los comportamientos violentos.

Le empatía exige el sentido de uno mismo y el sentido del otro junto con una relación entre ambos profundamente corporal.  Por ello, la imitación es una dimensión clave en la empatía ya que a través de ella y de la conexión corporal que se establece construimos nuestras relaciones sociales.

2. ¿Se nace empático o se aprende a ser empático?

Como casi todos los procesos psicológicos, el nivel de empatía de cada persona está en función de su dotación genética, de sus experiencias ambientales y de su desarrollo epigenético.

Es decir, tenemos una predisposición biológica que afecta al desarrollo cerebral, a los neurotransmisores y al funcionamiento hormonal, que va evolucionando en función de las experiencias vividas. Estas experiencias, sobre todo si son continuadas, pueden incluso condicionar la expresión de los genes, silenciando o amplificando sus efectos. Hablamos entonces de su desarrollo epigenético.

Por esta razón, es fundamental evitar o al menos reducir las experiencias de riesgo y promover los factores que protegen y facilitan el desarrollo equilibrado de la empatía. A ellos nos referiremos en el siguiente texto dedicado a la educación.

3. Dimensiones psicológicas relacionadas con la empatía

La empatía es un componente fundamental de las relaciones sociales y está estrechamente relacionada con la expresión emocional, con la comprensión de los otros y con la confianza. Pero también, lo que es algo menos evidente, con la comunicación y el lenguaje. Las personas con escasa empatía tienen más dificultades para poner palabras a sus emociones.

Además, las dificultades comunicativas y conversacionales tienden a restringir las relaciones interpersonales, lo que su vez puede afectar al desarrollo de la empatía.

4. Empatía y conducta pro social

También la empatía tiene una estrecha relación con el comportamiento solidario. Ya vimos que una de las dimensiones de la empatía era la disposición a responder a las situaciones difíciles vividas por los otros, lo que desde una perspectiva ética puede denominarse compasión.

Existe, pues, una significativa conexión entre la empatía y la conducta de ayuda a los otros. Sin embargo, es posible también que la empatía no mueva a la acción o que existan comportamientos altruistas con un reducido nivel de empatía.

5. ¿Las mujeres son más empáticas?

En general y a partir de las comparaciones estadísticas realizadas, se comprueba que las mujeres tienden a desarrollar más empatía que los hombres. La razón principal está en la formación del cerebro femenino y en que se produce una mayor liberación de la hormona oxitocina, de forma especial en el parto y durante el período de lactancia, que favorece el apego, el afecto y el cuidado de los otros.

Desde una perspectiva histórica y cultural, la atribución de la tarea del cuidado de los hijos a las mujeres ha reforzado su comportamiento empático. Sin embargo, los modelos actuales de crianza compartida de los hijos pueden equilibrar esta situación.

Por otra parte, la perspectiva de una creciente feminización de la actividad política puede contribuir a reducir la competencia viril entre los grupos políticos e incorporar una mayor sensibilidad emocional para percibir los problemas y encontrar soluciones.

6.  Las ventajas de ser empático

Las personas tienen diferentes grados de empatía. Un mayor nivel ayuda a mejorar las relaciones sociales, la competencia emocional y el interés por el cuidado de los otros. Facilita, por tanto, el equilibrio y la satisfacción emocional y social, lo que contribuye a sentirse mejor con uno mismo y con los demás, quienes a su vez valoran más a las personas empáticas.

7. Empatía, violencia y maltrato.

Existen diversos estudios que concluyen que el gen receptor de oxitocina puede verse afectado por variaciones epigenéticas producidas por experiencias traumáticas en la infancia y en la adolescencia, en especial el maltrato y el estrés continuado. En esta misma dirección se sitúan otras investigaciones que establecen una relación entre determinados desajustes del sistema de oxitocina y  los problemas de conducta: insensibilidad emocional, violencia y conducta antisocial.

Los estudios neurológicos y psicológicos coinciden en que el estrés continuado provoca alteraciones neurobiológicas que alteran la regulación emocional y la empatía de las personas.

Otros estudios indican que los alumnos violentos y maltratadores no presentan un déficit en su capacidad por comprender los pensamientos y los sentimientos de los otros. Incluso utilizan estas habilidades para manipular y someter a sus compañeros. Sus limitaciones más importantes se encuentran en la empatía afectiva y en la dimensión moral de su comportamiento.

Sin embargo, no hay que olvidar que en ocasiones las personas violentas pueden unirse a grupos que comparten estas actitudes. Estas relaciones pueden alimentar los sentimientos de pertenencia y de colaboración. A veces, la incorporación a estos grupos es una forma de sentirse integrado y reconocido para superar experiencias anteriores de exclusión o de falta de valoración.