De qué educación hablamos al referirnos a la educación en valores

¿Los valores han de enseñarse como si fueran una asignatura y su principal objetivo fuera aprenderlos? No parece que este sea el camino. Buena parte de los teóricos sobre la educación en valores apuntan una serie de rasgos de un buen enfoque de esta educación: cuidar el conocimiento, pero también la sensibilidad moral y la acción de los alumnos; dar importancia a su reflexión compartida y a la autonomía moral; y trabajar por el  compromiso del conjunto del centro educativo en este tipo de enseñanza. 

Hay que reconocer que la educación en valores es complicada, en gran medida porque debe hacer frente a algunos dilemas importantes.

Dilemas de la educación en valores

Moral y ética

Es una distinción algo teórica, pero con consecuencias importantes. La educación moral se orienta a ayudar a los alumnos a que adquieran los criterios de acción para ejercer sus derechos ciudadanos y respetar los derechos de los otros. La ética ha de contribuir a que los alumnos construyan una buena vida, una vida que merezca la pena ser vivida. 

El reto al que se enfrenta la educación en valores es ser capaz de articular la aspiración a la felicidad de los alumnos con su compromiso con la justicia y la solidaridad.

Sociedad competitiva y valores solidarios.

Pero ¿cómo educar en la justicia y en la solidaridad en una sociedad injusta e insolidaria? ¿Cómo abrir el camino para que las nuevas generaciones se apropien de unos valores cívicos y comunitarios en una sociedad en la que prima el individualismo, la competitividad y la desigualdad? 

En este contexto social y económico, no es nada sencillo plantear una educación en valores que anime a los alumnos a vivirlos ahora y a transformar la sociedad en el futuro.

¿De qué valores hablamos?

La Declaracion universal de los derechos humanos es considerada la referencia principal para orientar nuestra ética individual y colectiva. En ellos debería anclarse la educación en valores.

Sin embargo, la concreción de estos derechos puede abrir opciones muy diferente en temas como la igualdad, la paz, el respeto al medio ambiente, los inmigrantes, la sexualidad o el matrimonio. Baste recordar los encendidos debates de hace unos años con la propuesta del Ministerio de Educación de una materia obligatoria sobre educación para la ciudadanía. Si se revisan los libros editados sobre ella, se comprueban las enormes diferencias entre algunos de ellos.

Conocimientos, emoción y acción

Reconozcamos inicialmente que el conocimiento de los valores morales y éticos es un aprendizaje necesario. Pero no un conocimiento individual, pasivo y escasamente crítico, sino un conocimiento reflexionado, analizado y compartido con los otros, que ayude a los alumnos a comprender el punto de vista de los demás, a confrontar visiones diferentes de la realidad para avanzar en su autonomía moral. 

También es importante incorporar la dimensión afectiva, en este caso la sensibilidad moral. De esta forma, la persona ha de sentirse impactada por la situación de los otros, de los cercanos, pero también de los distantes, para responder a sus necesidades y demandas. 

La educación en valores, por tanto, ha de cuidar la esfera de los sentimientos y de las emociones, pues algunos de ellos como la empatía o la confianza son necesarios para movilizar en las personas su comportamiento solidario (ver entrada sobre educación emocional). 

Además de conocer y de sentir, es necesario actuar. El fomento de las conductas prosociales debería formar parte de la educación en valores. La dinámica que se ha abierto en muchos centros docentes en relación con el Aprendizaje Servicio es un camino excelente para avanzar en la educación en valores y lograr una mejor sensibilidad y una más contextualizada reflexión moral desde la experiencia y la acción (ver las diez mejores webs sobre aprendizaje servicio). 

Neurociencia, emoción y decisiones morales 

En los últimos años, el comportamiento moral ha sido también estudiado desde la neurociencia lo que ha permitido establecer de forma más contrastada algo que acabamos de apuntar: la importante relación de las emociones con las decisiones morales. (Ver en diez pistas para comprender la neurociencia educativa o la estanteria de la neuroeducación)

Uno de los experimentos que se han utilizado para realizar esta comprobación es el denominado el dilema del tranvía. Su primera formulación fue realizada en 1967 por la filósofa Philippa Foot. Desde entonces, ha habido un gran número de estudios, debates y críticas y casi como otras tantas variaciones del dilema inicial. 

Los estudios neurocientíficos han comprobado la distinta activación del cerebro en dos formulaciones diferentes del dilema:

  • Dilema impersonal. Un tranvía avanza por la vía y puede atropellar y matar a cinco personas que están atadas en la vía. Sin embargo, es posible accionar una manivela y cambiar la dirección del tranvia en otra dirección en la que solo hay una persona inmovilizada. ¿Se debe accionar la manivela?.
  • Dilema personal. El mismo tranvía descontrolado, pero en este caso la opción es empujar a una persona voluminosa que se encuentra sobre un puente y que al caer detendría al tranvía: moriría, pero evitaría la muerte de las cinco personas inmovilizadas.

La gran mayoría de los participantes están de acuerdo en accionar la manivela en el primer problema, pero no en el segundo, empujar a la persona desde el puente. Sin embargo, el dato objetivo es que en ambas situaciones se provoca una muerte para salvar a cinco personas.

Usted, lector o lectora, ¿qué decidiría en cada caso? 

Los estudios nerocientíficos comprueban que en el dilema impersonal se activan áreas del cerebro relacionadas con el procesamiento cognitivo, mientras que en el dilema personal intervienen también áreas cerebrales implicadas en la expresión emocional. En consecuencia, la mayor o menor presencia de la activación afectiva condiciona el juicio moral.

Educar en la autonomía moral

La educación en valores ha de ser capaz de favorecer el espíritu crítico, de presentar las diversas alternativas existentes y de animar a los alumnos a que construyan el sistema de creencias que dé sentido a su vida. Los únicos límites se sitúan en el respeto a la democracia y a los derechos humanos y en el necesario cumplimiento de la ley…aunque se trabaje para modificarla.

Comunidades educativas comprometidas 

Hemos hecho referencia a la importancia de la reflexión compartida sobre los valores y a la necesidad de traducirlos a la práctica, en donde el enfoque del Aprendizaje Servicio puede ser una estrategia beneficiosa y posible. 

Nos falta subrayar la estrategia tal vez prioritaria: el ejemplo del centro educativo que aspira a convertirse en un modelo de comunidad sensible, justa, responsable y solidaria. Centros que cuidan la convivencia y el desarrollo socioemocional de sus alumnos, la participación en las actividades escolares y el respeto en las relaciones entre la comunidad educativa. Centros que apelan a la responsabilidad y a la exigencia en las obligaciones en relación con el aprendizaje de acuerdo con las posiblidades de cada uno y que apuestan por una cultura escolar abierta, participativa, solidaria e inclusiva.