El futuro de las escuelas en el mundo digital (IV)

27 junio 2017

En la nota anterior esbozamos alternativas de funcionamiento institucional de las escuelas como mediadoras culturales en el marco de los escenarios actuales y planteamos que abordaríamos la temática docente bajo la idea de “profesionalismo colectivo”.

Al hacer ese anuncio vivía el creador de esa categorización: el pedagogo argentino Juan Carlos Tedesco. A él nuestro homenaje y reconocimiento por sus eminentes contribuciones a la reflexión histórica y pedagógica de nuestra región.

Un punto de partida de estas reflexiones es el marco en el que vivimos y trabajamos, la era del capitalismo informacional, en el cual las redes constituyen el tejido vital. Esa configuración horizontaliza las relaciones y conecta de un modo nuevo y diverso a instituciones y actores. Las tareas compartidas, la cooperación, y más en general las nuevas divisiones del trabajo social son dinámicas que irrumpen en la vida de las comunidades de manera irreversible.

Una “revolución silenciosa”

Esos procesos no se dan por fuera del ámbito escolar. La escuela está atravesada por estas nuevas dinámicas, aunque en oportunidades estos fenómenos no sean visualizados o tematizados. Esta “revolución silenciosa” que organiza de otra manera la vida cotidiana de la sociedad y que ingresa en el ámbito de la escuela se expresa en maneras nuevas de colaboración entre los sujetos. Y aunque muchos de esos movimientos suponen una necesaria reorganización de las jerarquías y las formas institucionales, también traen otras tensiones y desafíos que conviene analizar con algo más de profundidad.

En el ámbito de la escuela asistimos a una nueva configuración que no termina de precisar su contorno. Conviven resabios individualistas con experiencia de orden colectivo. Quisiéramos reflexionar sobre qué características puede asumir el trabajo docente en estas nuevas condiciones, sobre todo atendiendo a la idea de que tiene que hacerse colectivamente, formando parte de un grupo y una institución que tiene un mandato específico: educar.

Trabajo en equipo

Hace tiempo se insiste en el trabajo en equipo, en la necesidad de contar con una visión compartida del entorno, de la población a la que se atiende, de las demandas y necesidades de los alumnos. Se enfatiza también la necesidad de contar con claridad sobre la misión institucional, y con espacios y tiempos dedicados al trabajo de reflexionar y planificar colectivamente. Este trabajo de conjunto comienza a desarrollarse en las últimas décadas en los niveles directivos, y cada vez más se extiende al personal docente.

Pero hay también razones más nuevas que impulsan estas tendencias a la horizontalización en la vida cotidiana y al trabajo en equipo en el ámbito escolar. Está por un lado la irrupción de un nuevo paradigma, de un nuevo pensar: la inteligencia colectiva pregonada por Pierre Lévi. Se trata de la superación de un ordenamiento de la ciencia que primó en la organización de los sistemas educativos desde su nacimiento con la organización disciplinar de los saberes. Se trata, también, de la superación de las propuestas “avanzadas” de la interdisciplina, multidisciplina y el trabajo por áreas. Nos enfrentamos a otro modo de pensar: un pensar que parte de problemas, de cuestiones, de interrogaciones, y que requiere una inteligencia colectiva.

Comunicaciones ágiles para un “trabajo colectivo docente”

Por otro lado, está el avance vertiginoso de las comunicaciones instantáneas con las potencialidades que implican en cuanto a trabajo cooperativo. Podemos hoy participar de grupos de mensajería instantánea y/o en plataformas en línea, crear y editar colectivamente textos, constituir redes de colegas donde circulan múltiples saberes. Tenemos muchas mejores condiciones tecnológicas y culturales para ese trabajo conjunto, aunque también tenemos más presiones, y aparecen nuevos conflictos sobre cómo equilibrar los tiempos de trabajo y los de descanso, los tiempos “conectados” y los de la desconexión –que son en realidad de conexión física con el entorno inmediato, y con nosotros mismos. Decir “trabajo colectivo docente” en esta época es, entonces, repensar todas estas nuevas condiciones.

La nueva profesionalidad docente se juega en lo colectivo

Creemos que es valioso retomar la idea de profesionalismo colectivo que planteó Juan Carlos Tedesco, porque habilita la valoración del trabajo conjunto, en red, de manera cooperativa, coordinada, con sentido compartido, pero también enfatiza que ese trabajo compartido se hace en base a una competencia, a un saber, a una idoneidad, al desarrollo de una práctica situada en las instituciones educativas, y más ampliamente de alternativas pedagógicas que den hondura y profundidad al encuentro en el aula.

Se trata de un enfoque que parte de la idea de trabajo colectivo de un grupo de adultos que tienen un proyecto intencionado y compartido de transmisión. Plantea una perspectiva de trabajo eslabonada, articulada, con responsabilidades e intervenciones simultáneas, acompañada de una reflexión continua sobre la práctica, que vuelve sobre los contextos, los conceptos y sobre las intervenciones cuestionándolas desde su eficacia y sentido.

Este profesionalismo colectivo requiere un compromiso ético-político en esta era de las desigualdades: romper el determinismo social de los resultados de aprendizaje mediante el apoyo y trabajo intensivo con aquellos grupos o alumnos con mayores problemáticas. Y supone, también, un posicionamiento político-laboral: hay que garantizar condiciones justas y dignas de trabajo que son la base para este tipo de ejercicios de trabajo en equipo. La tarea del nuevo sujeto, del “profesional colectivo” cobra sentido cuando se referencia a los alumnos y sus familias. No puede actuar como mero “transmisor” en la perspectiva instruccional, sino como acompañante cognitivo, como guía, como orientador, como educador. Es allí donde se juega su profesionalidad.

Un problematizador en lo digital

En el mundo digital se impone un papel docente como problematizador: tiene que ser el factor que proponga recorridos, genera dudas, preguntas o interrogaciones para la búsqueda y la investigación en los repositorios de la red. También tiene que ser un factor dinamizador que plantea las cuestiones de sentido, y un sujeto crítico que vuelve sobre la orientación y la profundización de los estudios e investigaciones.

Puede verse un ejemplo en el trabajo que se hace con las búsquedas de información en internet. A partir de algunas investigaciones, aparece claro que la mayoría de las consultas que se realizan en la red tienen un carácter “superficial”, de carácter confirmatorio, de mera información, de corte y pegue. Para que esas tareas se convierten en experiencias de conocimiento más complejas, hacen falta profesionales que ejerzan la problematización, que contribuyan a que los alumnos naveguen con preguntas, con sentidos vinculados a una propuesta de aprendizaje, y que provoquen en los alumnos la sorpresa, la admiración, la reflexión.

Estas tareas no son sencillas, y que trabajar conjuntamente permite avanzar mejor. Hace falta un equipo docente orientador, dador de sentido, coordinador de saberes, que piense su accionar, y que aún en condiciones de “horizontalidad” entienda que su lugar pasa por una asimetría que da su autoridad pedagógica, su distancia crítica y pertenencia a un mundo adulto que asume su responsabilidad de educar.

¿Cómo prepararse mejor para este nuevo profesionalismo colectivo? Hay que formarse desde el inicio en alternativas pedagógicas que fortalezcan el trabajo compartido y reflexionado de manera conjunta, desde los círculos de lectura, los grupos de reflexión, los ateneos clínicos donde se discuten casos y se piensan estrategias y opciones, y desde la formación en servicio y situada. Y para eso hay que repensar las prácticas de autoformación, las formaciones sistemáticas en ámbitos superiores, y el enriquecimiento profesional sostenido. Sin duda, prepararse mejor va a ayudar a afirmar esta nueva forma de trabajo docente en las escuelas que se quieren protagonistas del mundo digital.