El Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP) es una herramienta para el cambio escolar

07 abril 2020

La innovación educativa solo tiene sentido si consigue cambiar la vida de los centros y hacer que nuestros alumnos y alumnas sean más competentes. Más activos y comprometidos como ciudadanos, profesionales y personas.

Desde hace años recorro decenas de escuelas que han implementado el ABP. Proyectos que tienen eco en las redes sociales, los premios educativos o los congresos sobre innovación. Sin embargo, solo algunos de ellas consiguen que la vida en sus pasillos cambie paso a paso en cada proyecto que protagonizan. Estos son los centros que me interesan.

Algunas preguntas que suelo escuchar en muchos foros en que participo sobre ABP son: ¿Pero el ABP para qué? ¿en qué mejora el aprendizaje? ¿Cuáles son los beneficios en relación con otros enfoques didácticos? Son preguntas importantes y deben centrar la elección de este -o cualquier otro- marco pedagógico.

El ABP no es la mejor estrategia para todos los objetivos educativos que soñamos los docentes. Tampoco la única. Los escasos estudios científicos sobre los beneficios del ABP señalan que este enfoque metodológico puntúa bastante mejor a la hora de desarrollar -en los alumnos- los procesos de pensamiento de orden superior. Esto quiere decir que el ABP es una buena herramienta para desarrollar el pensamiento crítico, creativo e incluso el ejecutivo. Sin embargo, solo puntúa algo mejor en el desarrollo de procesos memorísticos, reproductivos, etc.

Una idea clave –que se deduce de estos estudios– es que debemos ser prudentes en el manejo de las herramientas didácticas. Lo inteligente será disponer de una amplia batería de recursos que permita a los docentes emplear aquellas que mejor se adaptan a sus intereses como experto en su aula. Este es un buen criterio. Por ello, llevo años defendiendo la necesidad de infantilizar la educación. O lo que es lo mismo; disponer de distintas estrategias didácticas y organizar con ellas las distintas intenciones educativas (rincones, talleres, rutinas, proyectos, etc.)

¿En qué mejora el aprendizaje el ABP (Aprendizaje Basado en Proyectos)?

El ABP debe mejorar el aprendizaje de cada alumno y también la forma en que una organización educativa se configura. Si esto no sucede, el ABP no es más que una moda educativa sin demasiado calado.

Podemos dibujar tres vectores que señalan los puntos cardinales del cambio educativo que puede facilitar el uso del ABP:

1. Crear aprendices competentes

La sociedad que habitamos no se edifica sobre personas que atesoran saber en sus cerebros. Vivimos tiempos vertiginosos en los que podemos ver que los contenidos necesarios para desarrollar profesiones, habitar el mundo, la ciudadanía o las vidas personales cambian a una gran rapidez.

Ya no tiene sentido alguien que acumula en su cerebro contenidos que aprendió en sus años de universidad. Esto no es suficiente hoy en día.

Un alto porcentaje de profesiones a las que optarán nuestros alumnos -cuando egresen al mercado laboral- aún no han sido inventadas ¿estamos orientado la enseñanza en lo realmente importante?

Es innegable que nuestros alumnos deben conocer mucho de lo que heredamos en términos culturales, científicos o humanos. Es innegable que nuestros alumnos deben poseer conocimientos y muchos de ellos albergarlos en sus cerebros como pequeños tesoros que les permiten mirar la realidad y actuar sobre ella. Pero, -precisamente- la capacidad de analizar críticamente la realidad, decidir que hacer con ella, buscar las alianzas necesarias y llevarlo a cabo es lo que determinará que estos alumnos se conviertan en exitosos profesionales, ciudadanos y personas del mundo que le toca vivir.

El ABP es una buena herramienta para desarrollar estas habilidades. Un aprendiz puede incorporar a su memoria decenas de contenidos y reproducirlos fielmente en un examen. Sin embargo, es muy posible que fracase estrepitosamente en su vida si no sabe que hacer con ello. El ABP busca desarrollar las habilidades necesarias para que estos contenidos sean piezas de un puzle que sirve a los aprendices para pensar, decidir y actuar con relación a lo que observa.

Hace tiempo llevo hablando de la importancia de definir objetivos orientados al desarrollo de habilidades blandas -softskills- a la vez que diseñamos los proyectos educativos. Para ello he definido algunas categorías de habilidades que deben presidir la programación de todo proyecto. Si no lo hacen, el ABP pierde gran parte de su potencial como estrategia que trabaja para el desarrollo de procesos de pensamiento realmente útiles para nuestro siglo:

  • Inteligencia emocional. Cuando una empresa decida contratar a tu alumno o alumna buscará que sepa integrarse emocionalmente al proyecto. La metáfora de la empresa como familia es sin duda uno de los elementos más demandados en los procesos de selección. Quieren que tu alumno se incorpore a su nuevo puesto de trabajo sintiendo como suyo el proyecto que desarrolla.
  • Inteligencia social. Es especialmente bien valorada la capacidad de relación y trabajo en equipo. Para ello no solo hace falta una cierta dosis de habilidades sociales. Es necesario también capacidad de liderazgo, resolución de conflictos, capacidad de establecer y/o integrarse en una red de relaciones formales y no formales, capacidad de movilidad, de cambio.
  • Creatividad. La empresa que contrate a tu alumna o alumno valorará especialmente hacerlo de una persona que es capaz de aportar un valor añadido a su proyecto laboral. Alguien que sabe hacer propuestas, que idea caminos alternativos a los habituales y es capaz de emocionarse con ellos y contagiarlo.
  • Inteligencia ejecutiva. O lo que es lo mismo; ser capaz de llevar a la realidad sus propuestas. Analizarlas y ver la viabilidad de estas.

Me interesan aquellos proyectos que no solo se preocupan de tratar contenidos curriculares “al uso”. Me parecen más interesantes aquellos que se plantean objetivos relacionados con el desarrollo de habilidades fundamentales para su construcción como ciudadanos críticos. Esto tendrá consecuencias en su capacidad de obtener empleos más provechosos, su éxito académico y profesional, su capacidad para participar como ciudadanos activos y su propio desarrollo personal.

La potencia del ABP consiste en su capacidad para desarrollar competencias necesarias en el mundo que habitamos.

2. Comprometer a los alumnos con la realidad que habitan

Existen decenas de proyectos, pero –reconozco– que solo algunos me interesan en la actualidad. Son lo que cumplen las tres condiciones que te describo –trabajar en el aprendizaje auténtico, comprometer al alumnado con su realidad y provocar el cambio–.

Es necesario que el desarrollo de habilidades valiosas para habitar el mundo, sirvan a un fin ético: comprometerse con el concepto de justicia social.

La justicia social tiene que ver con la capacidad de mirar la realidad desnuda. El aprendizaje debe servir para ayudar al aprendiz a reconocer lo que aprende como una herramienta que sirve para mirar su realidad y cuestionarla en relación con los otros. Y cuando digo “los otros” me refiero a las personas que les rodean y también aquellas que -alejadas en el espacio- son parte de la realidad que habitan.

Aprender es un acto ético. Posicionarse en relación con la realidad que observas y –utilizando las herramientas que te brinda el aprendizaje– comprometerte con ella.

Cuando tus alumnos aprenden pueden reproducir los contenidos que les ofreces o bien hacer “algo” con ellos. Esta última es la acepción que me interesa del aprendizaje y el ABP puede ser una herramienta fundamental para conseguir que este compromiso se produzca. Es por ello que creo que el ABP debe estar ligado especialmente al concepto de Educación para la Justicia Social y es con ese concepto con el que me comprometo en mi trabajo.

Los proyectos que me interesan comprometen a los alumnos con su realidad y los obligan a tomar partido. A adoptar una posición ética sobre ellos.

3. Cambiar las escuelas

El ABP debe servir para cambiar las organizaciones educativas. Cuando esto no sucede se convierte en un simple artificio sin solución de continuidad.

No existen proyectos más interesantes que aquellos que son capaces de trabajar con la realidad que habitan los alumnos. Aquellos que desdibujan el espacio y el tiempo de aprendizaje o redibujan el papel del docente. Los proyectos que cambian las escuelas son los que entienden el aprendizaje como un acto cooperativo y en el que el grupo promotor del proyecto se implica en un cambio comunitario.

La escuela –tal como la conocemos hoy– es una organización añeja. Reproduce lo peor de los modelos weberianos en cuanto a estructuras de comunicación, funciones y distribución del poder y de decisión.

Las escuelas siguen siendo una estructura especialmente atrasada en términos de gestión del progreso humano. Sin embargo, pretenden abanderar el liderazgo de sus alumnos en la liquida sociedad que habitamos. Es urgente que las organizaciones escolares se adapten a modelos de co-creación del conocimiento, participación, democracia, flexibilidad, creatividad y distribución del liderazgo.

El ABP debe ser una herramienta para el cambio en nuestras escuelas. El espacio, el tiempo, los equipos de aprendizaje, la evaluación y el liderazgo deben cambiar para hacer de nuestras escuelas organizaciones comprometidas con nuestro habitar el mundo que heredamos.

Aprendemos al calor de una hoguera

Aprendemos gracias a las historias. Estas nos dotan de vida. Los proyectos que perdurarán en nuestras escuelas -y nuestros corazones- serán aquellos que dibujan una aventura de aprendizaje emocionante.

Las que me llevan a apostar por el ABP como motor de cambio escolar son aquellas que hacen vivir historias memorables.

Cuando un alumno se sumerge en una aventura de aprendizaje lo hace porque habla de él y lo que aprende es útil y necesario para empoderarse del mundo que habita.

Esta es la marca que hace de un proyecto algo con capacidad de cambio en las escuelas.

Hace años llevo encadenado a la idea de que los centros deben incorporar esta visión en sus prácticas. Por eso viajo y convivo con proyectos y espacios de todo tipo que solo tienen un motivo: encadenar las enseñanzas que debemos emprender con los aprendizajes que son necesarios para mis alumnos.

Aprender es un proyecto emocionante. Una aventura que te sumerge en tu propia realidad. Porque, cuando lo haces descubres que el aprendizaje habla de ti. De tus deseos, tus sueños y –sobre todo– tu mirada.

Saber más

Libros

  • Vergara, J. (2016): Aprendo porque quiero. El aprendizaje basado en proyectos (ABP), paso a paso. Madrid, BIE-S.M.
  • Vergara, J. (2018): Narrar el aprendizaje. La fuerza del relato en el aprendizaje basado en proyectos (ABP), Madrid, BI-S.M.
  • Vergara, J. y Copete, R. (2017): Herramientas para la educación formal y no-formal: el enfoque de proyectos. Madrid, Ministerio de Educación.
  • Varios (2017): Desing for change. Un movimiento para cambiar el mundo. Madrid, BIE-S.M.
  • Vergara, J. (2020): Un aula un proyecto. El ABP minuto a minuto. Madrid, Narcea [en prensa].

Red


Juanjo Vergara es experto en metodologías activas. Pedagogo con Especialidad ‘Organización y Dirección de Centros Educativos’. Especialista universitario en animación sociocultural y educación de adultos. Profesor titular de la especialidad de Intervención Sociocomunitaria. Maestro en excedencia en la Comunidad de Madrid.

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