Inclusión educativa: ocho competencias de los docentes

07 enero 2020

Los centros educativos y cada uno de los docentes se enfrentan cada día de clase al reto de la inclusión educativa: cómo ofrecer una respuesta educativa a unos alumnos que están en la misma aula, pero que son diferentes en mayor o menor medida por sus capacidades, por su entorno social y por su cultura.

En esta tarea, ni el centro ni los profesores deberían que estar solos. Las posibilidades de éxito de los profesores para enseñar adecuadamente a todos sus alumnos tienen mucho que ver con las condiciones en las que se enseña. Unas condiciones que se pueden resumir en las cuatro siguientes:

  1. Un número de alumnos por aula que facilite la respuesta educativa personalizada a todos ellos, tanto menor cuanto mayores exigencias demanden estos alumnos.
  2. Una dotación de profesionales de orientación y de apoyo acorde con los retos educativos del centro.
  3. Un sistema de distribución de recursos a los centros que tenga en cuenta el contexto del centro, sus proyectos y las características de sus alumnos.
  4. Un modelo educativo con autonomía suficiente para adaptar la enseñanza y la evaluación de los aprendizajes a la situación de los alumnos.

Dicho de manera más sintética, deberían disponer de los recursos y los apoyos necesarios para conseguir enseñar bien a todos los alumnos. Y enseñar bien supone facilitar que todos ellos aprendan de acuerdo con sus posibilidades y se sientan reconocidos, acompañados y valorados por sus profesores y por sus compañeros.

Para favorecer el logro de estos objetivos —lo que no siempre se consigue por la falta de las condiciones necesarias o por la especial situación de los alumnos— un funcionamiento del centro sensible a la diversidad de los alumnos y la preparación y la competencia profesional de los docentes es imprescindibleApuntemos a continuación cuatro características claves de los centros y otras cuatro de las habilidades principales de los docentes para conseguir una adecuada respuesta a la diversidad de sus alumnos.

Ocho competencias de los docentes para conseguir una adecuada respuesta a la diversidad de sus alumnos

1. Centros con un liderazgo en educación inclusiva

El trabajo del equipo directivo y de todos aquellos docentes que asumen algún tipo responsabilidad o de liderazgo pedagógico en el centro es de una importancia extraordinaria para progresar en una mayor inclusión de los alumnos con dificultades. De ellos depende en gran medida promover iniciativas que faciliten la inclusión, apoyar la coordinación y la colaboración entre los docentes, impulsar actividades que favorezcan una cultura de reconocimiento de las diferencias, desarrollar metodologías didácticas que faciliten la participación de todos los alumnos y trabajar por una mayor participación de las familias en estos procesos. Ver el articulo de Mel Ainscow, “Pasos para la inclusión en las escuelas”.

2. Centros que favorecen la coordinación entre los profesores de la misma etapa y del mismo curso

La coordinación y el apoyo entre los profesores que dan clase en el mismo curso es un factor de enorme relevancia para enseñar mejor a todos los alumnos, especialmente a aquellos con mayores dificultades. El intercambio de información para acertar en la metodología didáctica con estos alumnos, para facilitar la interacción con sus compañeros y para resolver las situaciones complicadas que en ocasiones se presenta es una garantía para una mejor enseñanza.

En ocasiones este intercambio de información se produce en los pasillos por falta de un tiempo disponible compartido. Facilitarlos en la programación de la enseñanza del centro ayudaría a garantizar estos cauces de comunicación y de aprendizaje en común de los docentes.

3. Centros que cuidan una cultura escolar sensible a la diversidad

La cultura escolar puede entenderse como el conjunto de normas, valores, creencias, expectativas, relaciones y actitudes que impregnan el funcionamiento de de un centro. Muchas de ellas no son explícitas, pero actúan en la vida del centro con tanto o más fuerza que aquellas otras más manifiestas.

Cuando el reconocimiento de la diversidad de los alumnos y el interés por ofrecer una respuesta educativa satisfactoria a sus demandas forma parte de los valores mayoritarios de un centro, el progreso en la inclusión educativa es constante. Pero no hay que olvidar que la cultura de una escuela no se improvisa ni se impone: es necesaria la influencia de un determinado liderazgo, de un amplio número de profesores y de una experiencia compartida de que el camino elegido es positivo para los alumnos y para los docentes. Si además el centro que avanza hacia la inclusión es reconocido, valorado y apoyado por los poderes públicos, existe una mayor garantía de que se mantendrá un esfuerzo constante en esta dirección.

4. Centros que favorecen actividades diversas para facilitar el aprendizaje y la convivencia de los alumnos

La convivencia, la aceptación y la inclusión de los alumnos con discapacidad no se produce solamente por el hecho de estar estudiando en los centros regulares. Tampoco solamente porque participen en experiencias comunes de aprendizaje. Además, es preciso organizar otro tipo de actividades que se desarrollen en contextos más informales y que permitan a unos y a otros alumnos compartir estas experiencias gratificantes. El deporte, la música, el teatro o las actividades conjuntas fuera de la escuela son otras formas sumamente beneficiosas para favorecer la inclusión social de todos los alumnos. Ver el artículo en Eduforics, “Inclusión educativa: seis actividades complementarias en la escuela”.

5. Docentes que organizan la enseñanza a través de metodología activas

La enseñanza basada en la información transmitida por el profesor y la escucha de los alumnos ha de transformarse en un enfoque diferente en el que la participación, la conexión con los intereses de los alumnos, el trabajo en equipo y la actividad de los alumnos sean los ejes principales del proceso de aprendizaje.

Para lograrlo, hay algunos métodos especialmente relevantes como el aprendizaje colaborativo y el aprendizaje basado en proyectos que pueden facilitar no solo el aprendizaje de los alumnos, sino también las relaciones sociales entre ellos. Más información en el artículo de Laura Hernández en Eduforics, “Diez pistas para destacar el papel de los compañeros en la inclusión educativa”.

Este tipo de metodologías no son fáciles de desarrollar, sobre todo si se incorporan a ellas alumnos con retrasos significativos en sus aprendizajes, pues no es sencillo que funcionen los grupos de trabajo en los que hay una diferencias notable entre sus componentes. Para lograr los objetivos esperados, es necesario que el docente cuide la composición de los grupos de trabajo, oriente a algún alumno para que actúe como tutor de aquel con mayores problemas, adecue la evaluación a las posibilidades del grupo y esté a atento a su funcionamiento. La colaboración de un maestro de apoyo es una ayuda importante y a veces necesaria.

6. Docentes que son capaces de organizar el espacio del aula con la finalidad de que los alumnos estudien y aprendan juntos

El aprendizaje en grupo bien para desarrollar proyectos conjuntos, bien para resolver problemas o bien para realizar otro tipo de actividades necesita una organización del aula que lo facilite. La estructura del aula en filas de mesas y sillas están pensadas para el trabajo individual y para la relación directa del profesor con el grupo de alumnos. Este sistema dificulta otras formas de aprendizaje.

Por ello, es necesario diseñar el aula en función de los objetivos educativos y de los métodos pedagógicos que se van a utilizar. Este diseño debería valorarse por los profesores de una etapa educativa para asegurar la coherencia en cada uno de los cursos y las posibles adaptaciones a lo largo de los cursos.

No obstante, en ocasiones y de acuerdo con las dificultades de aprendizaje de determinados alumnos, es preciso organizar su enseñanza con un modelo organizativo diferente: una parte del tiempo con sus compañeros y otra parte en un aula de apoyo o de transición.

7. Docentes que son capaces de diseñar actividades de aprendizaje adaptadas a los diferentes ritmos de aprendizaje de sus alumnos

La respuesta a la diversidad exige orientar el aprendizaje de los alumnos ajustado a sus posibilidades. Ello supone personalizar los aprendizajes y facilitar que los avancen en función de sus ritmos de aprendizaje. Las actividades en el aula, por tanto, han de adoptar formatos diversos: actividades comunes, actividades en pequeño grupo, actividades individuales de cada alumno, actividades grupales e individuales para alumnos con problemas significativos de aprendizaje orientados y apoyadas por un docente.

Esta forma de enseñar exige un gran esfuerzo de preparación, por lo que los docentes de los centros con una gran diversidad de alumnos deberían disponer no solo de más maestros de apoyo, sino también de menos tiempo lectivo para la preparación de su docencia y la coordinación con los demás profesores.

8. Docentes que favorecen la conexión de los conocimientos adquiridos en clase con su aplicación en contextos reales

Aprender para resolver situaciones problema fuera de las aulas o realizar proyectos en el entorno social o natural favorece no solo el interés de los alumnos, sino también el sentido del aprendizaje, factores básicos para seguir aprendiendo.

Ahora destacamos este enfoque metodológico para favorece la inclusión de los alumnos con mayores dificultades. Este tipo de aprendizajes debería diseñarse de tal manera que facilitara la participación de los alumnos en estas actividades para progresar en sus conocimientos y para facilitar las relaciones sociales con sus compañeros.

Comentario final

Mantener estas actitudes y esta forma de enseñar exige no solo una alta competencia profesional, sino también sensibilidad ante los problemas de los alumnos y un elevado compromiso ético y profesional con la inclusión educativa de todos los alumnos.

El termómetro sobre la inclusión educativa es una buena herramienta para reflexionar y avanzar: